viernes, 27 de noviembre de 2009

LA VIDA EN UN HOSPITAL

Un día miércoles del año 1997, me dirigía al colegio acompañada de mi madre y mi hermana mayor.

Me di cuenta de que me había sucedido algo horrible. Desperté en un hospital, me encontraba con el rostro lacerado, tenia enyesado el brazo derecho y no sentía las piernas. La verdad estaba totalmente asustada. Vi a mi madre que lloraba y decía que ella era la culpable de tan terrible suceso. No sabia el motivo por el que me encontraba en ese lugar.

Le pregunte a mi abuela qué me había pasado; ella me respondió con la voz muy suave y con ganas de llorar. Dijo que había sido atropellada por un microbùs. me explicó que; si no hubiera sido por el bolsón que lavaba sobre mi espalda ese día, no tendría la dicha de seguir viviendo.

La verdad es que mi madre no tenia la culpa de todo esto; la única culpable ahí era yo, porque al momento de pasarnos la calle, yo me solté de la mano de ella, corrí y en ese instante el microbùs pasó sobre mí. Mamá no pudo hacer nada para detenerme y evitar esa desgracia.

Después de eso, me llevaron al hospital, me atendieron rápidamente. Y después de tres largas horas, me llevaron a la habitación para que mi madre pudiera verme, y para que estuviera con migo.

Un mes después, me dieron de alta. Regrese a mi casa y al día siguiente me visitaron las madres del colegio y algunos padres de familia. Después de un rato se despidieron y se fueron.

Luego, intenté pararme pero me fue muy difícil, caí al suelo e inmediatamente pensé que nunca podría volver a caminar. Pero gracias a los cuidados de mi madre y a las terapias que me daban, poco a poco obtuve la movilidad de mis piernas. Yo le daba gracias a Dios por darme la oportunidad de seguir viviendo

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